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domingo, 13 de octubre de 2019

VI T-Classic Las Canteras

Un año después de intentar mi primera travesía a nado, y tras unos altibajos en mis entrenamientos, volví a inscribirme en esta travesía a nado que parece ser la única que soy capaz de hacer sin tener en cuenta tanto lo que hay en el fondo. Esta vez el reto era intentar bajar el tiempo del año pasado, y de hecho, tenía pinta que podría conseguirlo por mi manera de impulsarme en el agua al nadar.


Recogida de la bolsa del corredor, chip y camiseta

Cuando iba llegando al lugar de recogida, me iban cayendo unas gotas de lluvia en la frente. Realmente que llueva no es un problema para nadar, vas a mojarte igualmente, pero si que te dan menos ganas de meterte en el agua, sobre todo, si no eres nadador de verdad como me pasa a mi.

Una vez que llegué al lugar de recogida, me dio la sensación de que la organización estaba un poco desganada, les veía lentos a la hora de entregar la bolsa. No sé, quizás el ambiente de carreras es diferente, sobre todo si lo comparo con el último lugar que corrí, la Rock and Roll Madrid. Esto son palabras mayores.

Camiseta oficial

Después de conseguir mis bártulos, me asomé a ver que tal estaba el mar este año y me empezaron las dudas. Las dudas no era si sería capaz de hacerlo, sino de si merecía la pena intentarlo. El mar estaba un poco revuelto, con olas rompiendo en la orilla y en la barra y con bandera amarilla.

Mientras iba hacia el lugar de salida, fui pensándomelo, y una vez allí, tras calentar un poco en la orilla, decidí echarle un poco de valor al asunto e intentarlo. Si salía mal, siempre podía pedir que me sacaran y abandonar.

La travesía


Recorrido de 1500m

Mientras calentaba en la orilla, se me acerca un chico y me pregunta que cuanto se suele tarda en hacer la travesía, que es la primera vez que hace una y que sólo ha entrenado durante un mes. ¡¡Un mes!!, madre mía, suerte amigo... sobre todo por como está el mar...
No volví a saber de él.

Tal y como sucedió el año pasado, nos lanzamos al mar y nadamos hacia las boyas para esperar allí la señal de salida.
Mientras esperábamos allí, encontraba algunas pulseras flotando de algunos participantes con el número de dorsal y que servían para recoger tus pertenencias en el guardaropa. Este año se notaba más movimientos en el mar por las olas.

Dan la señal de salida y comienza mi segunda travesía a nado. Intento mantener un ritmo y buscar referencias en nadadores cercanos, pero con el movimiento del mar me noto más nervioso de lo normal y eso empieza evitar que me concentre en lo que estoy haciendo. Lo bueno es que me doy cuenta de esta situación y le pongo remedio. Intento marcar el ritmo entrenado, concentrarme en cada brazada y fijar puntos de concentración tanto dentro como fuera del agua.

Cuando llevo un rato nadando (unos 15 minutos), empiezo a darme cuenta que estoy dando brazadas y no avanzo, veo la misma roca en el fondo del mar y no termino de avanzar. Esto me preocupa y me hace darme cuenta que este año va a ser imposible mejorar el tiempo del año pasado donde el mar estaba como un plato, así que decido sacar la cabeza fijar el rumbo hacia la próxima boya y avanzar en estilo braza durante un rato. Esto hizo que saliera de la corriente en la que estaba metido y pude avanzar y volver al estilo de crol.

Cuando llevaba un rato más nadando, tuve que repetir la operación por volver a encontrarme anclado en el sitio.

Y llegamos a una zona donde las olas parecían romper en mi cabeza o dejarme en el aire braceando. Aquí llegué a pensarme realmente si merecía la pena estar en este lugar y más teniendo una hija de un año. Lo que recuerdo de este momento es que me armé de coraje y decidí terminarlo sin rechistar.

Ya veía la última boya que encaraba los últimos metros antes de salir a la orilla y veía mucha gente a mi alrededor, muchas más que el año pasado. No sabía si es que lo estaba haciendo mejor que el año pasado o es que había mucha más gente de mi nivel ese año.

Ya en los últimos metros tengo una chica que nada a mi lado con una tranquilidad destacable, ya que yo estaba deseando terminar.

Al notar que podía hacer pie, apoyé mis pies en el suelo y salí caminando rápido hacia el arco de llegada. Este año iba dando pequeños tumbos hacia los lados, me sentía mareado y no corrí por miedo a terminar en el suelo delante de los fotógrafos.

Al llegar a meta, busco el cronometro, pero no estaba en el mismo lugar del año pasado y estuve un rato perdido buscándolo (con mi mareo), recojo mi merecidísima medalla de finalista y voy a sacarme fotos con mi hija.


Estuve un buen rato con dolores en el antebrazo derecho y con temblores en las manos del esfuerzo realizado, y es que en la zona de la llegada estaba la bandera roja.

Este año el tiempo final fue de 39'55'', un poco peor que el del año pasado, pero viendo que el ganador del año pasado fue el mismo que ganó este año y lo hizo también en mucho más tiempo, era de esperar que yo también lo hiciera más lento, de hecho, mucha gente en la meta hablaba de lo mal que lo pasaron en determinadas zonas y que no avanzaban, y mucha gente se terminó retirando.

Medalla finalista 2019

Lo que si me quedó bastante claro es que sigo siendo corredor por mucho que me empeñe en sacar otros retos adelante y que si el próximo año está el mar así de mal, ni lo voy a intentar, no tengo ninguna necesidad.

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